Eran las 7:30 de la noche, los padres de Luciana, debían irse a una reunión de trabajo y debían dejar sola a su hija. A Luciana no le importaba que la dejen sola en casa... pero esta vez sería diferente pues la dejarían sola a la oscuridad de la noche. Al salir le dijeron:
- Luciana, no abras la puerta a nadie. Y salieron.
30 minutos después, la chiquilla ya estaba en la computadora chateando y hablando con sus amigos. En eso, sonó el timbre, Luciana bajó a abrir la puerta pero al abrirla, no vio a nadie. Enojada, pensando que eran unos molestos mocosos, subió a su cuarto a seguir chateando con sus amigos.
Luciana ya se cansaba de chatear y se aburría, entonces pensó que podía llamar a una amiga y hablar con ella todo el tiempo que quisiera, y lo hiso.
Llamó a Mariana con la cual se quedó hablando horas tras horas. A las 10 de la noche, volvió a sonar el timbre. Luciana, confundida, pensó que eran sus padres pero al abrir la puerta... nuevamente, la soledad le respondió. Más enojada aún gritó:
-¡Mocosos malditos, dejen de fregar!
Y volvió a su cuarto para seguir hablando con su compañera, pero cuando cogió el teléfono, no le respondió su amiga si no una voz ronca que le dijo en un susurro:
-No... habras la puerta...
Después un silencio total y nuevamente la voz de su amiga. Luciana desconcertada le preguntó si otra persona había contestado el teléfono, pero era imposible, ya que Mariana también se encontraba sola.
Contándose secretos, y los chismes del día, Luciana ya había olvidado la voz ronca que le contestó.
A las 12:00 sonó el timbre una tercera vez, la chiquilla bajó con el teléfono en mano muy molesta, abrió la puerto pero algo la jaló del brazo... algo muy fuerte la jaló hacia la oscuridad de las calles. Luciana dió un fuerte grito, y dejó caer el teléfono.
Su amiga, Mariana, escuchó el escalofriante grito de Luciana, pero ya nada podía hacer, el teléfono ya no tenía línea.
Al regresar los padres de Luciana, la buscaron por toda la casa... pero no la encontraron. Desde ese día no se sabe nada de ella ni de su extraña muerte, y recuerda que cada vez que tus padres te digan: "No habras la puerta" debes hacerles caso.